Hace algunos ayeres, por ahí del 2008, estaba de vacaciones con mi familia en los Estados Unidos de Norteamérica, para ser más precisos en la ciudad de San Diego en California, andábamos en eso de la compradera en una plaza, cuando de repente a lo lejos veo una muy larga fila de personas.
¿Qué creen que hice?
La respuesta es obvia, fui a ver de que se trataba, qué tal que estaban regalando algo, uno nunca sabe.
Cuando llegué, vi que estaban formados en una tienda de telefonía y ni tarde ni perezoso, pregunté el motivo, razón o circunstancia del porqué estaban ahí.
Lo que me respondieron fue que estaban esperando para comprar el iPhone (nótese que en esos entonces, en México yo no había escuchado mucho de él) y yo así de excuse me ¿un qué? y ya me respondieron que era el nuevo teléfono de la marca Apple.
Ese día fue imposible lograr tan solo intentar acercarse a comprarlo.
Así que, como soy un tanto cuanto persistente, al día siguiente volvimos para intentar adquirir uno.
Al llegar al mostrador de la tienda, todo emocionado a cual tecnólogo a punto de tener un nuevo gadget, me acerqué y al preguntar me dijeron que no podía comprarlo 😞 se requería vivir ahí y que tuvieras una línea telefónica con ellos.
Salí triste a cual tecnólogo que no pudo tener su nuevo gadget, porque yo ya me veía con teléfono nuevo (sería la sensación a mi regreso).
Pero bueno, esas experiencias no son tan fáciles de olvidar, así que estaba esperanzado que pronto llegará a México.
Pasó algún tiempo para que llegara, pero por fin una compañía Mexicana lo trajo.
Yo ya tenía mi ahorradito para comprarlo, porque la verdad lo deseaba mucho.
Llegó el día en que por fin logré tenerlo, estaba ahí, con su cajita, toda bonita.
Lo primero que vi fue que pues no tenía teclas (no me juzguen estamos hablando de tiempos antiguos).
Lo encendí y comencé a explorarlo todo (como debe de ser).
Lo que más más llamó mi atención fue que le podías instalar aplicaciones, si eso que para todos es muy normal el día de hoy, en aquellos momentos era toda una revolución.
Recuerdo que era un poco complejo, se debía de conectar a la computadora para sincronizarlo, pero de cualquier manera era algo increíble.
Es ahí, con mi primer smartphone en mano, que quede maravillado con el potencial que estos dispositivos agregarían a mi vida, literalmente fue amor a primer touch.
Empecé a pensar en el mundo de cosas que podría hacer con este dispositivo, simplemente me voló la cabeza.
Como es lógico probé instalándole mil y un cosas, desde ahí comenzó este gusto que tengo por lo que la tecnología puede hacer por cada uno y cómo nos impulsa en nuestro día a día.